Shalom!
Este año la festividad de la libertad la festejamos en confinamiento.
Esto sí es un gran cambio de años anteriores.
Parafraseando la pregunta tradicional: “¿en qué es diferente esta noche de todas las noches?” , esta vez estamos distantes de familia y amigos sin poder abrazarnos o hacer chocar nuestras copas.
Y aún así o tal vez debido a esta situación tan imprevista y sorpresiva, en el aire se respira una sensación de hermandad, una sensación de destino compartido, de no ser tan diferentes los unos de los otros, al fin y al cabo.
Dentro de la parafernalia de dolor, injusticias, rabia, impotencia y sacrificios, algo muy importante se ha hecho un espacio en nuestra ajetreada y siempre ocupada conciencia:
nos hemos dado cuenta que el individuo cuenta, que cada acción nuestra influye, que el hacer o dejar de hacer ciertos hábitos impacta en nuestro entorno, que somos capaces de recapacitar, de influir y de reencauzar rumbos.
No está nada mal como reflexión en estos días, ¿cierto?